Este ha sido un año, por decir lo menos, atípico. Hemos tenido que vivir experiencias por las que nunca nos imaginamos que tendríamos que pasar. Una pandemia universal nos cambió la vida de raiz y tuvimos que aprender a vivir hacia dentro y a puertas cerradas. Permanecemos físicamente distanciados sin permitir que nuestros corazones se alejen y mantenemos alegre nuestra sonrisa, aunque sea detrás de una triste máscara de tela. El Covid-19 ha sido cruel y se ha llevado seres queridos de muchas familias. Nos queda, en la certidumbre de la vida eterna, la esperanza de que algún día volveremos a encontrarnos todos, en la gloria del Señor.
De todas maneras, son muchas las razones por las que debemos estar agradecidos. Cuando en este año excepcional, como lo hacemos todos los últimos jueves de noviembre, nos reunamos en la cena familiar de Acción de Gracias, yo voy a agradecer a Dios por la salud y el bienestar de mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo y todos los que leen estas letras.
Y desde ya voy a comenzar a dar las gracias por lo que el cielo nos va a seguir enviando en los meses que vienen, que haya trabajo y recursos para todos y que nadie tenga que pasar dificultades. Gracias anticipadas porque ya está más cerca el fin de esta pesadilla del 2020, con vacuna o sin ella, como sea, y porque ninguna familia más tenga que llorar la partida de uno de los suyos ni la angustia de un hospital o de una unidad de cuidados intensivos.
Gracias porque, una vez más, es mucho más lo que nos une que lo que nos divide, gracias porque aún en la hora más dificil nunca dejamos de ser optimistas, gracias porque seguimos vivos y energias no nos faltan para voltear el marcador de este partido, y de los otros que vengan. Gracias porque nos tenemos los unos a los otros y, por encima de todo, gracias a Dios porqué mientras estemos con Él, nadie podrá contra nosotros.